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La necesidad de un enemigo identificable para una sociedad sana. Parte 1

Cuando inicié mis estudios de formación profesional fuera de mi pueblo, en un aula con veinte desconocidos, pronto destacó un nombre: Francisco Javier Cobo. Cobo estaba cerca de cumplir 40 años y entre eso, sus camisas pastel siempre planchadas y la forma de colocarse con un dedo sus gafas finas y redondas, se volvió para el resto, que teniamos por delante el trabajo de aprender a identificar a 20 nuevos sujetos, en el primero en tener claramente identificado. Para ayudarnos en todo esto, no tardó en hablar; fue el primero que se animó a presentarse en esa ceremonia de primer día de clase y contó, con la gramática de un notario, que acababa de dar la espalda a su carrera como ingeniero electrónico en la que prácticamente no le quedaban retos por superar para dedicarse a la cocina, que era su auténtica pasión. Hubo algún grito de asombro y un par de chavales iniciaron un aplauso que se consumió buscando una continuidad que no apareció, pero a mi derecha alguien me pegó un codazo. Fue l